Ciudad del Este es un caos aunque te hayas hecho una lista
de lo que te quieres comprar. Yo lo tenía muy claro, una Tablet Samsung con 3G.
Como ya lo habíamos estado, fuimos directamente a estacionar
a lo conocido y de allí caminando al meollo. En seguida te entra la sensación
de zoco porque han puesto tenderetes donde está la acera y lo han convertido en
un laberinto. Y todos te hablan, y te ofrecen de todo; raquetas eléctricas
fulminamosquitos 3000 guaraníes, linternas para la cabeza 50000 gs, 1 kg de
marihuana 200000 gs. 1 €= 5500 guaraníes (gs).
Fuimos a preguntar a tres o cuatro sitios y el precio era
muy alto. Por último nos metimos en una tienda que habíamos estado antes. El
precio que nos dieron era el mejor, pero en la explicación me sacaron otra que
tenía 3G, no como la Samsung. No se cómo lo hicieron que me fui de allí con la
otra Tablet creyendo que era un modelo de Samsung y con un pendrive y un lector
de música y no sé qué cosa más como premio por gilipollas.
Aprovechando que nos habíamos estado hospedando en casa de
una amiga de Andrea en Puerto Iguazú, Argentina; decidimos conocer un poco más
la provincia de Misiones, que es de lo más boscoso que queda por la zona.
Estamos investigando la manera de generar ingresos. Nuestro
primer proyecto de compra venta de artesanía nos salió bien. Pero por aquí no
hay mucha gente a quien vender. Lo que si hay es mucha madera. Voy a poner en
práctica mis dotes de carpintero para hacer unas cajitas para vender. No tengo
ni idea de maderas y Andrea tampoco, un policía nos había indicado donde ir a
comprar. Paramos frente a una casa que tenía el primer piso totalmente cubierto
de pedazos de madera, hasta el punto que tuvimos que trepar por una montaña de
maderos para entrar. Estaba lleno de chavales de 17 o 18 años. No he acabado de
comprender como funcionaba el tema, le hicimos el encargo a uno de esos chicos.
Cuando volvimos a por las maderitas este chico no estaba, pero nos atendió
otro, Cristian, este nos aseguró que las tendría para el día siguiente. Y así
fue. En esa carpintería no había ningún “adulto”, el serrín te llegaba por las
rodillas. Daba la sensación que ellos no trabajaran allí, sino que estuviera
abandonado y los chicos lo usaran para sacarse los cuartos con los restos de la
carpintería. O que pagaran a alguien a quien no vi por el uso de las máquinas.
El caso es que compré unas maderitas que no tengo ni idea de que son, porque me
dijo cuarenta nombres diferentes y además hablaba en portugués. Para rematar a
la salida Andrea vio tres sillas plegables, le preguntó el precio y el otro
contestó que 50 cada una; no muy, caro te doy 40; no, no puede ser; vale 70 por
dos. Así cerro la compra. Ya en la furgo le digo que yo creía que las podíamos
haber sacado por 30 porque seguro que no eran suyas. Ella pensaba lo mismo así
que se bajó y se trajo la tercera por 10.