En febrero de 2012 decido cambiar la forma de vida que llevaba hasta entonces, en julio dejo el trabajo y me voy de viaje para recorrer América en una furgoneta. Intentaré relatar mis experiencias en este blog.
DE VIAJERO A DOMINGUERO
Resulta que me vine a Argentina para empezar un viaje por América. La furgoneta en principio llegaba el 1 de enero, la amueblaba en 15 o 20 días y partíamos de viaje. Estas eran mis expectativas, iluso de mí. Todavía estoy aquí y no tengo ni un mueble hecho. El caso es que todo es mucho más difícil de lo que yo creía, primero la furgoneta se retrasó 15 días. No he conseguido un carpintero hasta hace 7 días y hoy ha empezado a medir. Y el otro frente que es conseguir que me instalen la cama está en el aire, hay dos candidatos pero uno no me convence y el otro no sabe hacerlo, como dicen aquí un quilombo.
El caso es que ya como habitante de Buenos Aires estoy empezando a conocerlo bien. Es una ciudad caótica con un tráfico espantoso y todas sus calles son rectas, con lo que no paro de perderme. Sí, es una rejilla todo paralelas y perpendiculares, muy fácil, calle recta arbolada, giro a la izquierda, calle recta arbolada, giro a la derecha, calle recta arbolada, ¡la concha de su hermana donde estoy! Eso sí para un gordo goloso como yo es un paraíso, la carne es increíble como todo el mundo sabe, pero la pizza es un verdadero manjar ¡Ya les gustaría a los italianos! Luego tienen unos bollitos que llaman facturas. Primero te asustas estos tíos están locos, como van a vender una factura ¿tanto les gusta pagar? Pero no son mini cruasanes que están deliciosos; unos de manteca, pegajosos y dulzones; y otros de grasa, finitos y un punto salado. Pero el gran descubrimiento es el helado, al principio me chocó mucho que cada 200 metros había una heladería, luego empecé a probar, dulce de leche granizado, ananá al natural, kinotos al whisky, si señores esto son sabores y bien elaborados no la simplicidad esa de fresa, plátano, chocolate, no hombre no hay que echarle imaginación a la cosa y encima están increíbles, ahora me como un cuarto de kilo diario. Estaréis diciendo que habré ganado peso, pues sí, pero no tanto. Porque en esta ciudad hay un carril bici muy bien puesto. Son más de 100 kilómetros que te permiten deslizarte por esta planicie, hay que tener cuidado porque esto no es Amsterdam, no hay costumbre. Al cruzar los viandantes no te tienen en cuenta con lo que puedes acabar llevando a alguno durante un tramo.
Para resumir que el gran viajero que venía a recorrer el continente lleva un mes y medio varado en Buenos Aires y le está cogiendo el gusto, sale a montar en bici a comer helado, se pone hasta la bola de bollos y ya hasta escucha las radios locales, cosa bastante preocupante.
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